Me llamo Lucía. Alguna vez me hice llamar Milena. Pero no, me llamo Lucía, tengo 34 años, transité la infertilidad, y con ella vinieron mil problemas más... todavía los padezco... necesito contarlos y compartirlos. Gracias por estar ahí.

viernes, 7 de diciembre de 2012

La teta, mi niñita y yo


Mi embarazo estuvo lleno de miedos, de dudas. La peor sensación de todas fue la que me agarró después de la internación que tuve a las 20 semanas. En aquel momento me internaron por una pielonefritis (una infección urinaria que obviamente se agravó por tener puesto un catéter y llegó al riñón). Esa infección me trajo contracciones y además obligó a que me cambiaran el catéter. Me fumé casi 4 días en el Sanatorio, supositorios para frenar las contracciones, una anestesia general (para cambiar el catéter) y un susto increíble. Y entonces la sensación fue: esta niña va a estar mucho mejor fuera de mi panza que dentro. Fue horrible sentir que yo podía ser una amenaza para ella, pero que, a la vez, ella necesitaba quedarse dentro para poder sobrevivir, y permanecer el mayor tiempo posible para nacer sana.
Posteriormente, cuando los doppler comenzaron a dar mas o menos, la misma sensación renovada. Sin embargo, yo ya me había convencido de que el mejor modo de conectarme con ella sería amamantarla. Si alguna convicción tuve alguna vez en mi vida, fue esa: quería amamantar a mi hija y no cabía la posibilidad de no hacerlo. Así fue como comencé a leer y a informarme en cuanta página o libro cayera en mis manos. Fui a una charla con una de las puericultoras del sanatorio. Hablé con mi terapeuta shiatsu acerca de qué cosas naturales podían favorecer la lactancia. Y sobre todas las cosas, deseé con una potencia desconocida para mí, poder darle la teta a mi hijita.
Vera, como saben, nació por cesárea de urgencia. A pesar de eso, y diferente a lo que sé que les ha pasado a otras mujeres, no sólo me trataron muy bien a mí, sino que además me la dieron súper rápido. Nunca se fue de mi vista, le hicieron los controles allí frente a mí. Y luego me la dieron y fuimos juntas en la camilla hasta la habitación. Apenas llegué (había pasado media hora desde que ella había nacido) la puse en la teta y se prendió con fruición (yo hasta me había hecho controlar los pezones para saber si tenían la forma adecuada). Y ahí recibí los comentarios elogiosos de la familia, los médicos, las enfermeras, la puericultora… y yo pensaba: “pero si era obvio que iba a prenderse”. Nunca había existido otra opción en mi cabeza. Desde allí en adelante amamanté a mi hija exclusivamente. En el momento en el que tuve el primer “bajón de leche” (por el que me re angustié pensando que ya no me salía más leche), a los 45 días aproximadamente de haber nacido la pequeña flor, llamé a las chicas de la Liga de la Leche de Rosario. Me atendieron con mucho amor y amabilidad y me sacaron todas las dudas: era normal, la leche ya volvería, sólo había que poner a Verita mucho tiempo en la teta. Obvio: Vera tomó siempre teta a demanda. Nunca tuve dudas acerca de eso: ya fuese que quisiera comer, ya fuese que quisiera mimos, ¿cómo yo le iba a negar alguna de las dos cosas?
Amamantar a mi hija fue la experiencia más maravillosa que me regaló la vida. Y a partir de eso quisiera hacer un comentario que ojalá no sea malinterpretado. He escuchado decir a muchas mujeres, especialmente las que están a favor de la crianza con apego y demás, que “cualquier mujer puede amamantar”. Que es mentira eso de “no tener leche suficiente”. Bien, yo creo que biológica y fisiológicamente, eso es exactamente así: todas las mujeres estamos en condiciones de alimentar a nuestros bebés y que nuestra leche sea suficiente. Pero resulta que ya no vivimos en la naturaleza sino en la cultura, y que esa mujer que intenta amamantar tiene una cabeza que piensa a veces demasiado, que está atravesada por mandatos sociales, opiniones familiares, y un sinfín de bla blas que la condicionan, sumado a su propia historia, sus propios fantasmas. Y todo eso seguramente influirá en sus posibilidades de amamantar. Entonces no está bueno demonizarlas ni decirles que seguro iban a poder, que cualquiera puede, que si no pueden es porque no quieren, etc. Como si a esta altura pudiéramos renegar de la existencia del inconciente, un inconciente que no se controla a voluntad. Sí sugiero que se informen, y sobre todo, que hurguen profundo, que busquen encontrarse con su deseo, y que puedan trabajar mucho para sortear sus miedos. Entre la información y las ganas las cosas seguro se simplifican.
Por último, para ratificar lo que les digo recuerdo algo que ya conté en este blog: cuando mi hija tenía casi 5 meses me operaron y estuve una semana internada. Demás está decir que no pude amamantarla en esa semana. Cuando volví a casa, mi modo de decirle “estoy acá” fue ofreciéndole una teta yerma, vacía de leche pero rebosante de amor. A fuerza de amarnos, de querer amamantarla de nuevo, y de prenderla una y otra vez, mis pechos volvieron a dar leche. Mucha. La suficiente como para que ella volviera a alimentarse exclusivamente de mi leche… dicen que relactar es una de las cosas más difíciles que existen. Bien, también es una de las más bellas. Besos y suerte a todas con la lactancia!!!

5 comentarios:

  1. que lindo relato lu!!!!!!
    Besotes!!!!!

    ResponderEliminar
  2. Que bonito lo que escribes, se parece mucho a mi experiencia :-)

    ResponderEliminar
  3. Qué buena tu historia, da esperanzas a quienes creen que no podrán. Siempre, siempre se puede al menos intentarlo. Además te asesoraste con los que más saben de LM :) eso es muy importante, porque las madres recibimos mucha información errónea, inexacta y desactualizada, y eso también nos condiciona...
    Coincido con vos en tu apreciación sobre si todas las madres podemos amamantar. La clave es filtrar todo el "ruido" del exterior, conectarnos con nuestro lado mamífero, con nuestro instinto, con lo que tenemos adentro, estar en contacto con nuestro bebé y dejar que la leche fluya. Claro que esto no es fácil, por eso tantas lactancias truncas. Las animo a todas a que se preparen de verdad, en cuerpo y alma, para lactar a sus hijos si eso es lo que quieren. Que vayan a los lugares correctos donde las pueden ayudar (a mí me ayudó mucho la tribu virtual, la página de la Liga de la Leche Argentina, el foro de Alba Lactancia Materna y mi propia perseverancia para no darme por vencida)
    Yo por mi parte, puedo decir con orgullo que llevo 2 años y 8 meses amamantando. Es una de las experiencias más intensas de mi vida, que requiere literalmente que ponga el cuerpo al servicio de mi hijo, estar para él cuando me lo pide. Pero fue (y es) mi manera de seguir diciéndole que estoy con él y que voy a estar siempre, que nos estamos haciendo un regalo para toda la vida y cerrando la herida que me quedó por haber pasado separados nuestros primeros diez días como mamá e hijo (estuvo en neo). Desde los 2 años solo toma para dormirse, es nuestro momento de conexión más intenso, nuestro mimo especial de todos los días. Ya Lucio se va despidiendo de la teta pero todavía me pide con su vocecita dulce "tetiiita, mamá"

    ResponderEliminar
  4. Qué lindo lo que contás, gise!!! ojalá todas pudiéramos dejar los ruidos afuera, no?? Abrazo! Lu

    ResponderEliminar
  5. Hola mile! Llego un poco tarde, pero aqui estoy con mi gordito en brazos (ya contare)
    Comprendo perfectamente, yo estoy amamantando con la misma conviccion, gracias por tu testimonio porque hace bien saber que uno tomó el camino mas virtuoso, aunque a veces se siente agotador
    beso grande

    ResponderEliminar